EN EL CENTENARIO DEL GRAN ESCRITOR ARGENTINO
Hablando de Borges con María Kodama
El 24 de agosto de 1999, cuando se cumplía el centenario del nacimiento
del poeta y escritor más celebrado por los argentinos, el sitio de poesía miBorges.com
quiso sumar sus páginas a los muchos homenajes que se le tributaron dentro
y fuera del país a cuya memoria colectiva pertenece. Este reportaje fue realizado un mes antes, en julio de 1999, de los pocos que concedió María Kodama en su momento.
Todo 1999, año del centenario del
nacimiento de Jorge Luis Borges, está dedicado a su obra. Pero específicamente
este mes de agosto, y su epicentro el día 24, son la evidencia, la expresión y
la justificación de esta borgesmanía aquí, en su patria chica, la Argentina, y
en su patria grande, el resto del mundo. Este acontecimiento intelectual, que
engloba reediciones de sus obras, conferencias, seminarios, documentales y
películas alusivas, incluye además, por ejemplo, un homenaje en la Biblioteca
Nacional de Francia, disertaciones especiales en la Universidad de Manila,
cursos en Oslo, simposios en Guatemala, exposiciones en Nueva York y mesas
redondas en Varsovia y Praga. En Buenos Aires la propuesta es sumamente amplia,
desde un concurso internacional de poesía y cuento denominado especialmente
Jorge Luis Borges, realizado por la Secretaría de Cultura de la Nación, cine,
video y televisión, publicaciones conmemorativas y siempre nuevas biografías
con detalles "desconocidos", espectáculos musicales en el teatro
Colón y en el Centro Cultural General San Martín, clases especiales en las
escuelas. Además, el 18 podrá verse en el Museo Nacional de Bellas Artes la
exposición itinerante de la Fundación Internacional Jorge Luis Borges, que
iniciara su recorrido mundial en Venecia, en marzo pasado. Sumándose a este
festejo del cumpleaños número 100 de Borges,miBorges.com dialogó con su viuda, María
Kodama, recién llegada de presentar en Europa esa exposición alusiva.
El
encuentro parecía que iría a realizarse en un lugar inexistente, casi idílico.
Se trataba de una pequeña librería -Opera Prima- que en su parte
posterior presenta un apacible piano-bar y restaurant y, en frente, el sol
desparramado en estallido invernal sobre el verde de la plaza Vicente López, en
Buenos Aires. Sin embargo las condiciones para el diálogo estaban dadas así
realmente y eran perfectas. Allí estaba esta señora de mirada lánguida, sin maquillaje
alguno, que observa a su interlocutora directa y permanentemente a los ojos, con
anillos de plata en todos sus dedos, incluidos los pulgares. Para quienes no la
conocen demasiado, he aquí una breve biografía: escritora argentina, compañera
durante muchos años y segunda esposa de Borges, a quien conoció siendo
estudiante en la Facultad de Filosofía y Letras.
Publicó en colaboración con
él Breve antología anglosajona (1978), Atlas (1984),
testimonio de viajes realizados en conjunto alrededor del mundo, y una
traducción del primer libro de la Edda Menor de Snorri
Sturlson, además de colaborar con él en la dirección de su colección Biblioteca
Personal. Fue gran sostén de la actividad literaria y personal de
Borges, quien le ha dedicado gran cantidad de textos y prólogos. Esta es una
síntesis de esa charla.
-María, hay preparada una verdadera maratón de homenajes a Borges.
-Sí, es
impresionante. Además, la Fundación ha preparado esta exposición que se
realizará desde el 18 de agosto al 8 de septiembre, que hemos elaborado
especialmente para la fecha y por la que estamos agradecidos a la Secretaría de
Cultura, a la Presidencia, al Fondo Nacional de las Artes y a la Cancillería
por sus aportes. Además importantes escritores recordarán la figura de Borges,
entre ellos, Héctor Bianciotti y José Saramago. Se suman al programa los
profesores que están realizando la obra completa con variantes de texto y
aparato crítico, para especialistas y estudiosos del tema; va a haber una gran
actividad.
-¿Una nueva obra completa?
-Sí, se
toma el texto que Borges consideró entre comillas definitivo y las variantes
que el escritor ha realizado antes. Han salido cosas interesantes sobre todo en
los poemas, que decididamente pasan a ser otros, una palabra cambia un mundo.
Para estudiantes y profesores será sumamente útil porque servirá para
profundizar su estudio, abordando la obra desde otra visión, y para un escritor
es fascinante porque es una lección de estilo, es mostrar cómo ha ido tallando
ese brillante que es la obra completa.
-¿Cuál es la obra, el libro que más te gusta de Borges?
-Tengo
muchos poemas y cuentos predilectos. Algún día voy a hacer la antología de mis
textos preferidos.
-¿Te sentiste desplazada en tu obra como escritora al dedicarle todo tu
tiempo, toda tu vida a Borges?
-No, para
nada, ahora que termine este centenario, empezaré a publicar mis cosas. No soy
ansiosa, no tengo prisa, sé esperar mi momento.
-Pero fuiste sus ojos...
-Me
divertí muchísimo con él, nunca lo consideré como ciego o sentí distancia
existencial por haber sido él una persona infinitamente mayor que yo. Lo conocí
cuando yo era muy jovencita y para mí era un compañero de juego, de diversión,
era mi compinche de juegos intelectuales, además porque tampoco él lo
consideraba de otra manera.
-Hoy, a tantos años de su muerte y con todo el bagaje de ser la
encargada de la difusión de la obra, ¿sentís ese papel del destino que te tocó?
-Pienso
que es como un regalo de los dioses, lo vivo como una cosa realmente
maravillosa, y agradezco -si existe un Dios o dioses- el don que me fue dado,
que es único.
-¿Qué pensás de esta borgesmanía?, Borges se volvió moda.
-Sí, es
moda, es verdad, acentuada lógicamente por el centenario y todo el movimiento
que el hecho produce. Pero más allá de ello, es todo positivo. Porque se da la
posibilidad de la reimpresión de sus obras, de nuevas ediciones en otros
idiomas, de todo esto que hace que nuevas generaciones, las del próximo siglo,
se acerquen de algún modo a esta obra. Desde ese punto de vista, la manía es
positiva.
-¿Quedaron escritos inéditos de Borges?
-Sí,
algunos prólogos y un guión que escribió para Venecia, una de las ciudades
laberinto preferidas por él.
-Se dice que en la literatura argentina Borges es un hito, hay un antes
y un después de él.
-Eso
mismo también me lo hicieron saber escritores y críticos en España, sienten que
su literatura quedó completamente transformada a partir de la influencia de
Borges. Es fascinante porque teniendo en cuenta la metáfora del siglo pasado
con relación a la Madre Patria, las dos grandes revoluciones de la lengua les
llegan sin embargo desde América; una, el modernismo con Rubén Darío, y la
segunda, toda esta renovación revolucionaria desde la prosa y los poemas de
Borges.
-Incluso ese tironeo de parte de ingleses, franceses o suizos por
considerarlo que fue escritor de tal o cual país.
-Ese es
un juego intelectual magnífico, pero hablando seriamente, Borges es un escritor
esencial y eminentemente argentino, con todo lo que ello significa ese bagaje.
Y esa es la maravilla, el haberse dado cuenta a tiempo de qué forma debía
torcer el timón para que su país sobresaliera en literatura, aunque sin
proponérselo de una manera obsesiva, o entre comillas nacionalista, que él no
lo era, porque detestaba todo ese rumbo de algunos países o personas. Creo que
es lo que hace que él sea tan argentino, el destino de ser argentino. Borges
amaba a su país, tuvo muchas oportunidades de irse, pero consideraba que tenía
que escribir su obra aquí.
-¿Sentís su presencia?
-Sí,
siempre. Racionalmente sé que él ha partido, pero interiormente está siempre
conmigo, es una cosa muy linda, muy dulce. Siento su protección y complicidad
permanentemente.
El sentido de lo épico en la obra de Borges
El
diálogo fue derivando al tema del culto, la exaltación del coraje en la obra
borgeana.
"El amaba la épica, pero no era militarista ni amaba la guerra. De la guerra exaltaba esa visión romántica de las sagas, de la literatura épica, es decir, la historia del combate singular, del más valiente, del que lucha por la causa noble, que generalmente es el derrotado. Esa temática era lo que a él lo conmovía y esos códigos de honor que existían en otra época o que no existían pero que la literatura hizo que existieran, y que para él eran la esencia de lo que es o debería ser un ser humano, es decir, el respeto, el respeto por el otro, por el enemigo. Recuerdo justamente un hecho muy emotivo ocurrido cuando le dieron el doctorado en la Universidad de Oxford en Inglaterra. Nos llevaron a visitar un wall memorial de los estudiantes famosos de esa casa de estudios. Ibamos recorriendo junto a la gente de la universidad ese pabellón y yo le iba leyendo los nombres que estaban en la pared. Llegamos al sitial de los caídos en la Segunda Guerra Mundial, en determinado momento comienzan a aparecer nombres de origen alemán. La inscripción de esa placa decía, a fulano, fulano y fulano, estudiantes de esta universidad que murieron defendiendo a su patria, Alemania. Borges se emocionó y lloró, lloró porque para él la épica era eso, no el rencor y el odio al enemigo, sino el reconocer el valor de esos jóvenes que cayeron por su patria de nacimiento, su fatherland, y porque su patria intelectual, Inglaterra, les rendía también su homenaje. Había hallado un hecho tangible de aquello que siempre buscó expresar en su obra, lo humanamente hermoso".
"El amaba la épica, pero no era militarista ni amaba la guerra. De la guerra exaltaba esa visión romántica de las sagas, de la literatura épica, es decir, la historia del combate singular, del más valiente, del que lucha por la causa noble, que generalmente es el derrotado. Esa temática era lo que a él lo conmovía y esos códigos de honor que existían en otra época o que no existían pero que la literatura hizo que existieran, y que para él eran la esencia de lo que es o debería ser un ser humano, es decir, el respeto, el respeto por el otro, por el enemigo. Recuerdo justamente un hecho muy emotivo ocurrido cuando le dieron el doctorado en la Universidad de Oxford en Inglaterra. Nos llevaron a visitar un wall memorial de los estudiantes famosos de esa casa de estudios. Ibamos recorriendo junto a la gente de la universidad ese pabellón y yo le iba leyendo los nombres que estaban en la pared. Llegamos al sitial de los caídos en la Segunda Guerra Mundial, en determinado momento comienzan a aparecer nombres de origen alemán. La inscripción de esa placa decía, a fulano, fulano y fulano, estudiantes de esta universidad que murieron defendiendo a su patria, Alemania. Borges se emocionó y lloró, lloró porque para él la épica era eso, no el rencor y el odio al enemigo, sino el reconocer el valor de esos jóvenes que cayeron por su patria de nacimiento, su fatherland, y porque su patria intelectual, Inglaterra, les rendía también su homenaje. Había hallado un hecho tangible de aquello que siempre buscó expresar en su obra, lo humanamente hermoso".
-Un poco también es lo que sucede con su saga de compadritos.
-Por
supuesto, todos esos héroes que creó para la Fundación mítica de Buenos
Aires, esos compadritos no son seres viles, son seres que mantienen una
ética, un código de honor y que luchan por el valor y por otra historia. Pero
ninguno de ellos, cuando uno los ve, es un ser vil o deleznable, respetan su
código a ultranza, ése es su mundo épico, el mismo que inspiró el poema Juan
López y John Ward, referido a la Guerra de las Malvinas que forma parte
de Los Conjurados. De alguna manera ese poema cierra, corona esa
idea de épica entre sus dos patrias intelectuales.
El poema Juan López y John Ward
Les tocó en suerte una época extraña.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provistro de lealtades,
de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
El planeta había sido parcelado en distintos países, cada uno provistro de lealtades,
de queridas memorias, de un pasado sin duda heroico, de derechos, de agravios, de una mitología peculiar, de próceres de bronce, de aniversarios, de demagogos y de símbolos. Esa división, cara a los cartógrafos, auspiciaba las guerras.
López había nacido en la ciudad junto al río inmóvil; Ward en las afueras de la ciudad por la que caminó Father Brown. Había estudiado castellano para leer el Quijote.
El otro profesaba el amor de Conrad, que le había sido revelado en un aula de la calle Viamonte.
Hubieran sido amigos, pero se vieron una sola vez cara a cara, en unas islas demasiado famosas, y cada uno de los dos fue Caín, y cada uno, Abel.
Los enterraron juntos. La nieve y la corrupción los conocen.
El hecho que refiero pasó en un tiempo que no podemos entender.
Jorge
Luis Borges
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