Historia de una foto
Sandra Pien saluda a Jorge Luis Borges, luego de un reportaje realizado en su casa de la calle Maipú, el 18 de octubre de 1979, uno de esos tantos días en los que no le habían entregado el Premio Nobel a Borges. Crédito fotográfico: Marcel Ives Martin
Era 1979, yo tenía 19 años. Hacía pocos meses que era pasante en la agencia de noticias Télam. Y así lo escribí:
Les cuento
qué pasó en ese reportaje: resulta que me daba bastante vergüenza tener que ir
a preguntarle a Borges qué sentía al no haber ganado otra vez el Premio Nobel.
Yo ya sabía quién era Borges, el escritor que más admiraba, y que además, años
antes, durante el secundario, una profesora de literatura nos había llevado a
que lo escucháramos dar literatura inglesa en la vieja sede de la Facultad de
Filosofía y Letras de la calle Viamonte. Pero mi jefe de redacción de la
agencia Télam fue explícito: ir por la mañana con el fotógrafo a Maipú 994, 6°
B, el departamento donde vivía Borges con su mamá y la empleada Fanny, y traer
una prueba explícita de que la foto era de ese día. En ese momento el servicio
de una agencia de noticias era fundamental y tanto la nota como la foto se
distribuirían a todo el país y el exterior. Al avezado reportero gráfico y
querido amigo, el francés Marcel Ives Martin, que había cubierto por ejemplo
notas en las guerras de Indochina y en Argel, eso no pareció preocuparlo. Me
dijo -con pronunciación francesa- decámelo a mí, nena. Y descolgó de la pared
uno de esos tacos bien de oficina o de redacción, de esos al que se le retira
una hoja cada día y ya casi no existen, en el que figuran -como se ve en la
foto- el día y el mes. Lo pegó en un cartón grande y rojo que encontró por ahí
y lo guardó en su bolso de fotógrafo entre las cámaras de fotos. Y allí fuimos.
Cerca de las 9 tocamos el timbre y subimos. Nos hicieron pasar a ese pequeño
living donde un impecable Borges nos recibía así de sonriente, como se lo ve en
la foto. Le pedí mil disculpas por tener que ir a preguntarle esa estupidez,
pero se rió y lo festejó. Y me dijo que lo tomaba como un sportman, usó esa
palabra. Contó luego que el día anterior en la calle, allí en la esquina de
Maipú y Paraguay, un taxista lo saludó tocando la bocina y le gritó con ánimo
futbolero: Vamo, Borges, que mañana ganamo!!! Cuando lo contó, nos reímos mucho
los tres. Luego le pregunté alguna cosa más de circunstancia, aproveché para
decirle que yo escribía poemas, me invitó a que fuera a leérselos una tarde y
amablemente se dejó fotografiar. Salí flotando, la sonrisa me duró mucho.
Recuerdo ese feliz día y todavía sonrío.
Mejor homenaje imposibilidad
ResponderEliminarSos una Genia
Que orgullo
Seguro que la sonrisa aún hoy 24 de Agosto de 2020 la tendrás igual
Yo, de curiosa, quién fue esa Sabia Profe ....
Nah. Como curiosa nomás
Esa sabia y querida profesora se llamó Elvira B. de Meyer, me enseñó literatura y mucho más en los años del Colegio Nacional de Buenos Aires y a quien le dediqué uno de mis poemarios, el que se llama Aquí no duele.
Eliminar